miércoles, agosto 16, 2006

Fines científicos

Cuando el empleado me entregó el telegrama, le dije: -Tengo la sospecha de que esto significa problemas.
Cuando la aeromoza me notificó que mi asiento, el 158 Z, número que casualmente también me parecía extraño, no existía, le dije: -Tengo la sospecha que esto también significa problemas.
Alzando los ojos al cielo y maldiciendo al gran dios de la buena fortuna, quité mi desarticulado boleto de avión de las manos de goma espuma de aquella marioneta del destino.
Debía hacer las cosas de la manera mas expeditiva posible. Encaré hacia la isla,
nadando me tomaría mas de 3 horas. Descartado.
Cuando toqué tierra firme, le dije al guardián del portón de hierro: -Mis mejillas están escarchadas, recordaré para el próximo viaje llevar puesto un poco de colonia y no acercarme tanto a las nubes negras o azules. Al centinela no pareció interesarle mi comentario, sólo atinó a decirme con su voz monocromática de gran escalador de montañas de hormigón: -Tengo una caja fuerte en la pared, la abriré.
Recapacité: -salir de aquí no significará otro problema. Palpé mi bolsillo derecho como forma de asegurarme que la mía seguía allí. Inviolable.
Acto seguido le regalé el panecillo que traía dentro de la maleta y golpeé ruidosamente el portón.
Cuando Tita dejó entrever su rolliza ovalada cara a través del halo de luz que se escapaba por la puerta entreabierta, le dije: -No quiero engendrar la sospecha de que usted podría ser El Problema.
Tita es una mujer de bastantes años, de pequeña complexión. Sus formas son tan redondeadas como las perlas que cuelgan de su cuello y de sus muñecas. Toda ella es una gran perla. Blanca y pura como las novias de los años esos de los que no sabemos más de lo que nos cuentan nuestros abuelos. Nunca se atrevió a levantarle la voz ni a su propia imagen reflejada en el espejo. Es por eso que cuando me miró con sus redondísimos infinitos ojos de perla, no pude evitar tocárselos. ¿Sabría que eso era lo que venía a buscar? Creo que si. Para eso me habían buscado. Si. Aterrador, pero real. Los coleccionistas desconocen la dialéctica de los límites, la moral y la ética.
Se sentó obedientemente en su sofá de terciopelo plateado y me dijo: “la buena disposición es fundamental para los fines científicos”.
Paula Coton (Narración con descripción)

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