Hablemos de mí. De mi infatigable búsqueda por lo que no tengo; de la pesadez que sostiene mi espalda por aquello que no soy, ni seré jamás; del obstinado empeño que insiste en que yo quiera todo eso que quiero.
Mejor hablemos de la fantasía. De cómo mi cabeza se hunde todas las noches en una almohada embebida de rosado ensueño, esperando despertar ilesa de aquella fatal irrealidad.
Y la terca neurosis que pasa, inexorable, dos veces por el mismo lugar, en una eterna discordia entre la letanía del rito obsesivo y las apresuradas agujas del redondo reloj amarillo.
Hablemos del ojo izquierdo que, por un descuido de seis años, ha comenzado a discernir seis siluetas menos.
La racionalidad, inagotable, despliega un prolijo orden que se vuelve horrible y exagerado cuando a mi alrededor transcurre el habitual caos de una vida que se mueve mucho.
Y ese eterno miedo mío, reprime docenas de deseos que prefieren esconderse detrás de la pulcritud, para evitar que alguien se burle de su osadía.
Por suerte, un poco de aire fresco sopla sobre mi frente y desmigaja la pesadumbre que, a las tres de la madrugada, se convierte en la figura de un insípido fantasma. Una sombra que en alguna mañana de cielo azul, se hará carne y huesos.
Mejor hablemos de la fantasía. De cómo mi cabeza se hunde todas las noches en una almohada embebida de rosado ensueño, esperando despertar ilesa de aquella fatal irrealidad.
Y la terca neurosis que pasa, inexorable, dos veces por el mismo lugar, en una eterna discordia entre la letanía del rito obsesivo y las apresuradas agujas del redondo reloj amarillo.
Hablemos del ojo izquierdo que, por un descuido de seis años, ha comenzado a discernir seis siluetas menos.
La racionalidad, inagotable, despliega un prolijo orden que se vuelve horrible y exagerado cuando a mi alrededor transcurre el habitual caos de una vida que se mueve mucho.
Y ese eterno miedo mío, reprime docenas de deseos que prefieren esconderse detrás de la pulcritud, para evitar que alguien se burle de su osadía.
Por suerte, un poco de aire fresco sopla sobre mi frente y desmigaja la pesadumbre que, a las tres de la madrugada, se convierte en la figura de un insípido fantasma. Una sombra que en alguna mañana de cielo azul, se hará carne y huesos.
María Carla Mazzitelli (Texto libre)
2 comentarios:
Desde niño me han hecho sentir distinto, raro. Al crecer me fui construyendo triste y solitario para concluir en un incomprendido total.
Hoy, por suerte, me he dado cuenta que cada uno es lo que quiere ser. Y nadie me va a sacar esa idea de la cabeza.
abrazo de gol
NÑ
SOY EX ALUMNO DE LA CATEDRA. ME GUSTO HABLAR DE VOS... MUY LINDO
NACHO
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