Todo comienza sin querer.
Mi artrosis dactilar es evidente, hace tiempo que no me siento a esto.
Hace tiempo, ya se sentía.
Comienza un hormigueo a recorrerme la piel, el tic tac luce menos rítmico, pero más encantador.
Dicen que cuesta empezar. La vez que inaugura la serie.
Retomar es algo más arduo, retomar oxidado el camino de arena resulta utópico.
Vamos bien.
Aún adormecidos, mis músculos esperan la señal. Esa banderita que flamee como en otros tiempos pasados y me ordene: chambón despertarte, no seas otario.
Para nosotros hoy es más difícil, como seguir a la pequeña Alicia y zambullirse en agujeros marca Acme.
Aquí dentro es oscuro. La depresión del terreno se torna muy vertiginosa para cualquier forastero. Y hoy, le dan la llave de la ciudad a cualquier monigote.
Seguimos la carrera. Entramos en calor y la primera gota de sudor genuina se lanza al interior, apresurada esquiva dos controles de aduana paralela, dos azules u tres piqueteros inoportunos protestando por quien sabe qué. Observa, aguarda y fluye.
La tinta intenta protegerse, pero pronto comienza la carnicería caligráfica. Todo se desdibuja, desdice y transforma. Muta, crea y multiplica.
El tiempo nos ha reunido.
Nuevamente un impulso eléctrico me hace pestañar. Mis salitrosas lágrimas brotan, insensatas, ansiosas durmieron para esperar su papel protagónico.
Malditos sentimientos humanos.
Debería implantarme algún microchip, algún censor anti-spam-emotivo-Pentium 1.0.
Debería, también, patentarlo.
Nosotros siempre nos suplimos y hoy yo no soy más que un lugar. Un espacio encantador encandilado por el brillo de mi Osram 100w, capaz de broncear a un vampiro albino.
Miro la hora.
Se hizo tarde para volver, mejor sería colgar y seguir mañana. Al fin y al cabo, si no existe más que un todo tendré que cambiar de esfera.
2:49 am
Mi artrosis dactilar es evidente, hace tiempo que no me siento a esto.
Hace tiempo, ya se sentía.
Comienza un hormigueo a recorrerme la piel, el tic tac luce menos rítmico, pero más encantador.
Dicen que cuesta empezar. La vez que inaugura la serie.
Retomar es algo más arduo, retomar oxidado el camino de arena resulta utópico.
Vamos bien.
Aún adormecidos, mis músculos esperan la señal. Esa banderita que flamee como en otros tiempos pasados y me ordene: chambón despertarte, no seas otario.
Para nosotros hoy es más difícil, como seguir a la pequeña Alicia y zambullirse en agujeros marca Acme.
Aquí dentro es oscuro. La depresión del terreno se torna muy vertiginosa para cualquier forastero. Y hoy, le dan la llave de la ciudad a cualquier monigote.
Seguimos la carrera. Entramos en calor y la primera gota de sudor genuina se lanza al interior, apresurada esquiva dos controles de aduana paralela, dos azules u tres piqueteros inoportunos protestando por quien sabe qué. Observa, aguarda y fluye.
La tinta intenta protegerse, pero pronto comienza la carnicería caligráfica. Todo se desdibuja, desdice y transforma. Muta, crea y multiplica.
El tiempo nos ha reunido.
Nuevamente un impulso eléctrico me hace pestañar. Mis salitrosas lágrimas brotan, insensatas, ansiosas durmieron para esperar su papel protagónico.
Malditos sentimientos humanos.
Debería implantarme algún microchip, algún censor anti-spam-emotivo-Pentium 1.0.
Debería, también, patentarlo.
Nosotros siempre nos suplimos y hoy yo no soy más que un lugar. Un espacio encantador encandilado por el brillo de mi Osram 100w, capaz de broncear a un vampiro albino.
Miro la hora.
Se hizo tarde para volver, mejor sería colgar y seguir mañana. Al fin y al cabo, si no existe más que un todo tendré que cambiar de esfera.
2:49 am
Juan Manuel Bruñol (Autobiografía)
1 comentario:
Me resulta extraño postear algo tan personal.
Tengo para decirme lo siguiente: lo mío es un problema de síntesis. Aunque eso no quiere decir simpleza. ¿No?
abrazo de gol
NÑ
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